viernes, 14 de diciembre de 2012

Su regalo


Su regalo de despedida fueron 57 piedras, todas cinceladas; Algunas con punto otras con comas, la mayoría con letras. Una más grande que el resto, una E capital. Un hermoso regalo para un escritor con debilidad por los puzzles. Disfruté muchas horas acomodándolas una y otra vez, sin conocer el orden correcto, si es que había uno.

Los suspiros se convirtieron en años y las piedras fueron disminuyendo. Al principio alguno que otro curioso al verlas robaba una o dos, y yo después hacia las mías propias para reemplazarlas. Después de algunos meses, eso me dejó de importar.
En una ocasión, ya no recuerdo la razón, estando en el mar, arrojé la piedra capital, y accidentalmente golpee a una gaviota, (señor gaviota, si usted llegara a leer esto sepa que lo lamento y  espero me perdone).

Un día, nada diferente a los demás, en medio de una conversación con viejos amigos; me entere que esa persona había muerto. Fue un shock mucho más leve de lo que hubiera esperado, no era de sorprenderse, siempre enfermándose  pasando largas temporadas entre doctores y agujas.  

Fui a visitarle y lleve conmigo todo lo que me quedaba de ella, un recuerdo borroso, 7 piedras y una poca inspiración; para divagar una palabras finales que nadie escucharía. deje las piedras regadas el pie de tu lapida y me marche.

Dos meses después, siendo 2 de noviembre, volví a visitarle, aun quedaban 5 de las piedras, esta ves acomodadas, debajo de la fecha de defunción, "te amo". No pude contener la risa, -¿porqué será que me ocurren este tipo de cosas?- las miradas extrañadas de los dolientes se posaron sobre mi, le sonreí a su tumba y me marche. A los 2 metros casi impacto con aquel hombre, avance un poco más sin darle importancia y por curiosidad voltee. Ahí estaba el parado, con una expresión seria frente a ella; él volteo y me miró.

Le sonreí y me fui, lo supe todo en ese momento. El vio las piedras y creyendo que era un último mensaje de ella, las acomodo como entendió. Tal vez me equivoco, pero prefiero pensarlo así, siempre la pensé como un poema y este es, el final más romántico, que ahora puedo imaginar para ella.

Descansa en paz, dulce mujer; que alguna vez, anhele que fuera mi princesa.